lunes, 14 de junio de 2010

William Blake: El Industrioso y Británico Profeta de la Democracia


"Give me my Emanations back, food for my dying soul!
My daughters are harlots! my sons are accursed before me.
Enitharmon is my daughter: accursed with a fathers curse!
O! I have utterly been wasted! I have given my daughters to devils

William Blake (1757 – 1827)


       Hay un algo tan “decente” en William Blake, en el sentido más contemporáneo, urbano y costumbrista de la palabra, que llamarlo “ciudadano Blake” lo define mejor que aquella expresión que utilizó una vez Horacio Vázquez Rial: un “místico agnóstico”. Si de algo es modelo en primera instancia Blake es de una actitud: aquella de “si quieres escribir, hazlo en tus ratos libres, como hobby”. Aunque sea Dios mismo el que te dicta los textos y haga acompañar las revelaciones con imágenes precisas de esas visiones que luego vas a dibujar puntualmente y añadir a los poemas.


            Una de sus muchas rendidas y entusiastas admiradoras, Mary Lynn Johnson, de la Universidad Estatal de Georgia, destaca como si se tratara de una virtud añadida, el hecho de que Blake llevara a cabo “su obra” fuera del horario laboral, en su “propio tiempo”, por la noche. Blake tenía una tienda, un negocio, de ilustración profesional y a lo largo de su vida llevó a cabo un conjunto de 1.400 diseños comerciales, algo más de 1.000 ilustraciones para otros y cerca de 400 “platos” que ilustran su propia obra poética. Esa obra que a Mary Lynn le parece más loable por llevarse a cabo en “horario no comercial” y por la que es recordado.

          Sus primeras visiones las tuvo de niño. Desde su más tierna infancia veía ángeles y se sentía arrebatado por visiones. Pero su primera obra no aparece hasta 1178, cuando ya tiene 31 años y es dibujante y grabador profesional. Ha escrito y dibujado antes, pero lo que se dispone a hacer en ese momento y llevará a cabo hasta el final de su vida no será nunca repetido y no puede ser imitado en ediciones modernas, salvo en forma de facsímil: una especie de fotocopias con la decoración pintada a mano, una a una. Él denominó a la técnica “relief etching”, que se puede traducir como “alivio de grabado”, y a sus libros se los llama de “impresión iluminada”. La técnica que él inventó permitía reproducir de forma más rápida una página completa, una especie de “fotocopia química” del siglo XVIII. Pero como en una fotocopia en blanco y negro, luego Blake tenía que colorear, una a una, cada una de las páginas para luego encuadernarlas él mismo. Su obra “comercial” como grabador la llevaba a cabo por el método tradicional, pero igualmente laborioso, pero que en su caso no servía por un motivo que se suele no tener en cuenta: reproducir la letra de Blake. Para Blake que se vea su trazo es importante como parte de ese “juego” que quiere establecer con el lector.


            Esta es una imagen de su primera obra titulada “Todas las religiones son una”. En realidad el contenido de todo el “libro” cabe en media página y no es otra cosa que un desarrollo lógico en el que establece un argumento y a partir de ahí, siete principios. El Argumento, al que corresponde esta página, “Como el verdadero método de conocimiento es el experimento, la verdadera facultad de conocer debe ser la facultad que experiencia. Esta es de la facultad de la que trato”. O sea, como en su caso, no se puede hablar de Dios si no se lo ha experimentado en primera persona.

            Se suele intentar asociar a Blake con las profundas transformaciones que vivió en su época y enlazarlo, a como se pueda, con la Ilustración y con el “que cada uno crea en lo que le da la gana”. Blake ataca la inmoralidad de las religiones establecidas y funda una personal que proviene de la misma fuente, de Dios. Lo más parecido a lo que Blake intenta hacer, es Mahoma: intentar confirmar todas las revelaciones anteriores dadas a otros pueblos. Repetir El mensaje divino”. Aunque no utiliza ese término exactamente y en esa primera obra, en las que establece los principios de su misión profética, dice algo muy interesante: “Principio 5. Las Religiones de todas las Naciones se derivan de la diferente recepción del Genio Poético, que es en todas partes llamado Espíritu de Profecía”. Al cambiar el término “Dios” por el de “Genio Poético” la que es una de las más singulares, fanáticas y ultra-nacionalistas supercherías pseudo-religiosas producidas en tiempos presentes se transforma en una inofensiva cuestión artística de un ilustrador industrioso, técnico y políticamente correcto. Que es un poco el lado por el que se entiende ese acepción de Vazquez-Rial cuando lo define como “místico agnóstico”, como de las “cosas” de un artista. El modo en que, digamos, desde esa época se ha intentado salvar la dimensión religiosa de los teólogos transformando cuestiones que “antaño” entraban dentro de la esfera de la especulación religiosa para trasladarla a la especulación artística y hacerlas decentes y educadas. Lo que traslada la reverencia por Blake de las iglesias y los púlpitos, donde nunca quiso estar, a las universidades, que es dónde Blake siempre pensó que se encontraba su verdadera audiencia, en el futuro.

           Hay pintores y escritores que reniegan de sus obras al final de su vida o, incluso, nada más acabarlas. No es el caso de Blake. Como un hombre metódico este primer “libro” establece las claves de su sistema y de “cómo leerlo” en sus siguientes obras. En realidad ese primer libro, con su brevedad y su imperfección “técnica” como “fotocopia química”, es como un programa en el que se sientan las bases de la “misión profética” de Blake y un primer esbozo del libro como objeto en sí mismo, como un “todo” artístico compuesto por letras, imágenes y la relación que se establecen entre las letras y las imágenes. Esa idea de una “espiritualidad sin religión” no es en realidad una idea, sino un impulso muy concreto que está detrás de todas las reformas religiosas llevadas a cabo desde que tenemos noticia. La Reforma en sí, el Protestantismo, no es otra cosa que ese intento de hacer volver al cristianismo a “los orígenes” y sacarlo de las "malos", de la Iglesia Católica, que ha aprisionado la espiritualidad en la ritualidad (o esa es la lectura). Cuando en la época de Blake se lleva a cabo la “Reforma” del Judaísmo se lleva a cabo dentro de las mismas coordenadas y en un no-disimulado intento de hacer que se parezca “lo máximo posible” al Protestantismo como modelo absoluto de una religión civilizada, . Pero cuando dice Blake “Todas las religiones son una” podríamos añadir tranquilamente que esa es la Cristiana.  Y de hecho, es la cristiana de la que habla. Dentro de las cristianas concretas, la más pura es, sin duda, la de la Iglesia de Inglaterra, a la que ataca con más fiereza porque al fin y al cabo, es la más pura en esencia. De acuerdo a su principio número 5 allí, en Britain, la recepción del Genio Poético, de la inspiración divina, “eso que en todas partes se llama Espíritu de Profecía”, ha encontrado su forma más acabada. Y eso, le ha sido revelado a él.


           Lo que hoy conocemos como un “agnóstico” se denominaba entonces un “deista” y son para Blake, “peores que los ateos”. Ese mismo año en que Blake lleva a cabo su primer intento, publica un segundo libro, con un poco más de contenido que el primero (el texto entero cabe ya en un folio y medio) y en el que ya se anima con el color para la portada. Es decir, asume que tiene que pintar cada ejemplar a mano, uno a uno. La técnica es aún defectuosa y el texto se lee con dificultad. Blake lo titula “No hay religión natural”. Y es un ataque frontal a lo que hoy entendemos como “agnosticismo”. Toda religión es para Blake revelada y desarrolla su argumento de forma lógica en siete pasos hasta llegar a una conclusión: “Si no fuera por el carácter Poético o Profético lo Filosófico & Experimental estaría pronto en la proporción,& al estar quieto, incapaz de hacer otra cosa que repetir la misma ronda una y otra vez”. De lo que deriva una “Aplicación: Aquel que ve el Infinito en todas las cosas ve a Dios. Aquel que sólo ve la Proporción sólo se ve a si mismo”. Y concluye: “Por eso: Dios se hace como somos, que podemos ser como él”.

           En honor a la verdad, no hay ni en su primera ni en su segunda obra ninguna idea original en Blake. Recorre un camino (el de pensar la relación entre las ideas y las cosas, la percepción, el papel de los sentidos…) que ya se ha recorrido antes y que es inevitable recorrer al pensar en este tipo de cosas. Y de hecho, dentro de ese metódico espíritu británico, él mismo especifica las fuentes y nos deja ver que llega a sus conclusiones comparando. En ese momento John Locke, padre del liberalismo y el primero en sentar las bases conceptuales de “cómo nos funciona la cabeza” con independencia de concepciones como “el alma” y menos aún “Dios”, ya ha muerto y sus doctrinas han calado muy hondo. Pero lo único que tiene de nuevo en la práctica es precisamente que el debate es la primera vez que se lleva a cabo en Inglaterra. ¿Qué debate es ese? El (falso) debate sobre la Fe y la Razón, la Religión y la Ciencia que podemos encontrar casi con las mismas palabras en la Granada de Ibn Arabi, el Fostat de Maimónides o el púlpito de Tomas de Aquino. Y en Grecia mucho antes, por su puesto. Hay en lo británico un algo infantil en el que, como sucedía en África, los puertos y ciudades no existían hasta que eran descubiertas por algún británico. Conceptualmente, Blake recorre un camino que se ha recorrido durante dos mil años en todo el Mediterráneo, para llegar a los mismos callejones sin salida. En el desarrollo del papel de la imaginación en el conocimiento, Ibn Arabí lo contó mucho antes, mucho mejor y sin discurso nacionalista. Y en esas mismas fechas, desde otras coordenadas, Rabí Moshé Haim Luzzato lleva a cabo su monumental obra. Se suele intentar enmarcar a Blake en este grupo de avanzados de la razón, algo así como el profeta de “cómo ser religioso en un mundo sin religiones”. Y la respuesta en la práctica es: sea inglés. Blake no tenía nada que ver con los “racionalistas” y los “avanzados”. Más bien al contrario, es el último de los medievales, de ese “viejo fanatismo” que ese mismo liberalismo inglés ataca con toda efusión. No hay un país en el mundo en el que los cínicos sean tan cínicos y los escépticos tan escépticos como en el Reino Unido, porque no ha habido ningún país en el que los “excesos bíblicos” hayan llegado hasta ese límite de parodia. Darwin y el Creacionismo, o el debate que se les supone, es tal vez el mejor ejemplo de esa actitud. Las dos caras de una misma moneda de "letrolatía".  Pero en la práctica, como en el caso de Blake, todo ese debate es un continuo mirarse al ombligo y lo “religioso” y lo “universal” llegan tan lejos como llegan las traducciones de la Biblia en la Edición King James. Ni un centímetro más allá. Ni un segundo antes.

          Blake tarda sólo un año en publicar su siguiente libro: “Canciones de Inocencia y de Experiencia”. Esta vez un extenso poemario. Publicó  22 ejemplares sólo con las canciones de Inocencia y 27 con el volumen completo que incluía también las de experiencia. Nos encontramos ya aquí con la técnica de la “fotocopia química” ya perfectamente lograda, con una buena calidad de reproducción y el toque del dibujo que se da a mano. Este libro no sólo fue el que más “gustó” cuando él vivía, sino que recoge algunas poesías que no faltan en las antologías de poesía inglesa. En el subtítulo nos deja muy claro cual es el “argumento”, la forma en que debe ser leído: “Unificando los contrarios del alma humana”. No fueron los libros, sino los contenidos de esos poemas los que tuvieron una aceptación inmediata.

             Tras este primer “libro Blake”, produjo aún 17 de sus libros de “fotocopia química” con los colores pintados a mano. En total 20 que cubren, como un programa, algo así como la Gran Epopeya Espiritual Inglesa. Los griegos se vieron reflejados en aquellos que regresaron de Troya. Virgilio, en “La Eneida”, hace lo mismo y escribe una epopeya en la que conecta a los fundadores de Roma con algunos participantes en esa misma Troya. La epopeya de Blake, en el nombre de Dios, se inicia en el momento en que los descendientes de Adán se hacen ingleses. O más exactamente, en el momento en que el verdadero Hombre Primordial, el verdadero Adán, es Albión, el tradicional y mítico nombre de Inglaterra. William Blake crea una auténtica mitología inglesa en la que da sentido a algunos viejos nombres (como este de Albión, o los Orcos) e inventa otros nuevos para otros seres mitológicos: Urizen, Luvah… Así lleva a cabo obras en las que profetiza, con todas las letras y en la acepción más común de "ver el futuro", sobre los continentes, el triunfo de la libertad y la democracia, el fin de la esclavitud. Mientras que a medida que avanzamos en su gigantesca epopeya de la espiritualidad británica/occidental, Blake nos prepara como lectores para la “gran” revelación, cuando ya entendemos quien es quien en su extraña historia. Y llegamos a su gran obra, a la que dedicó más años y que publicó en 1820. Aún publicará más, pero esta es su gran libro, donde vuelva de forma más acabada todo su mensaje profético: “Jerusalén: la Emanación de la Gigantesca Albión”. Que en un sentido literal se puede entender como “El modo en que el inglés William Blake ve Jerusalén como una proyección de sí mismo”, dentro de su propia “proporción” como él denuncia. Y es exactamente lo que Blake dice al final del camino, que el mensaje de su profecía tiene como protagonista a Albión que es al mismo tiempo Britain y el Mundo Occidental como un todo. Que en ese personaje que él crea llamado Albión es en realidad Adán, el primer hombre. O, más exactamente, el Hombre Primordial. El Adán Kadmon de la Kabalah en lectura medieval de Joaquin Di Fiori. Como si se tratara de un pedazo de apologética medieval, Blake dirige su profecía a cuatro clases de personas muy diferentes. Al Público. A los Judíos. A los Deistas (los agnósticos). Y, por último, a los Cristianos, a los que dedica el final libro con un retrato del Apocalipsis que acaba bien, donde toda la Creación está fundida en el amor. Pero antes de llegar ahí, en el plato 27, declara:

“Jerusalén, la emanación del gigante Albión! ¿Puede ser? ¿Es una 
La verdad que los Doctores han explorado? ¿Fue Gran Bretaña la Primitiva
Sede de la Religión Patriarcal? Si es verdad: mi página-título
 también es cierto, que Jerusalén fue &; es la Emanación del Gigante
Albion. Es cierto, y no puede evitarse. Vosotros estáis unidos, O
habitantes de la Tierra, en una religión. La Religión de Jesús: el más antiguo, el Eterno: & el Evangelio Eterno. El Malo, tornará a la Maldad,
los Justos a la Justicia. ¡Amén! Hurra! Selah!



"Todas las cosas Comienzan & Terminan en las Antiguas Druidicas Rocosas costas de Albión. Tus antepasados derivan su origen de Abraham, Heber, Sem,
y Noah, que eran druidas: como los Templos Druidas (que son los
Pilares Patriarcales & Robledales) sobre el testigo a la Tierra entera
el día de hoy. Tú tienes una tradición, que el hombre de la antigüedad contemplada en sus poderosos miembros todas las cosas en el Cielo & la Tierra: esto lo recibisteis de los druidas.
"Pero ahora los cielos estrellados huyeron del poderoso cuerpo de Albion " Albion fue el Padre de los Druidas; & en su Caótico Estado de Sueño Satán & Adán & todo Mundo fue creado por los Elokim.

         Justo en la página anterior, en la 26, hay una iluminación en la que se nos recuerda que este poema es una revelación divina. “Estas visiones me han aparecido como Yo he corrido en mi ordenada carrera” “Jerusalén se llama libertad entre los hijos de Albión”. No lo olvidemos. Dios habla inglés y de acuerdo a la última edición de la Biblia King James. Abraham era un Druida y Jerusalén ya no es tanto un lugar como una idea, una idea inglesa que significa libertad.





         La única obra que me viene a la cabeza que se produjera en aquella época y que tuviera una mezcla tan extraña de ideas cristianas, fragmentos dispersos de la King James, y leyendas románticas de pueblos y civilizaciones perdidas es casi contemporánea y es el “Libro de Mormón”, también revelado a Joseph Smith por un ser angelical y fundamento de una religión moderna. Allí nos cuentan la historia de una de las tribus perdidas de Israel, de cómo pasa el mar y se marcha a América. De todo lo que allí acontece hasta que llega Jesús, que tras resucitar, se pasa por allí para predicar antes de ascender al cielo. No es de extrañar que el Reino Unido sea el Azote de los Creacionistas y el Martillo de la Pseudociencia porque no se me ocurre ningún otro país del mundo donde se haya convertido a la Biblia en algo tan literal, plomizo y abominable. Con el Imperio Colonial Británico se sucedió un cristianismo, una “evangelización a la inglesa” que ha dejado a su paso (especialmente por África) un montón de cultos mixtos y religiones de nueva fabricación que son, por usar un adjetivo, muy curiosas.
En cierta ocasión conocí a un estudiante de la Universidad Hebrea de Jerusalén que estaba preparando una curiosa e interesante tesis doctoral. El objetivo era determinar el poder de los acentos en el desarrollo de las lenguas. O sea, hasta que punto el acento anterior a que se hablara latín en España o en Francia determinan que evolucionaran en dos lenguas distintas, el castellano y el francés a partir de un mismo punto común. Y en tiempos más modernos, serían esos acentos de las lenguas indígenas americanas, junto con los acentos regionales españoles, los que marcarían los diversos acentos y evoluciones del español en América. La tesis me pareció interesante y de alguna manera me lleva a otro punto, de esos que hace mucho que se abandonaron: determinar en qué medida existen “acentos espirituales”, ecosistemas “nacionales” (que diría Blake) que condicionan de alguna manera la religión que se da en su seno. Que hay una forma de ser religioso “a la inglesa” y que ese momento de romántico impulso no sólo produjo un Blake que nadie quiere tomarse en serio más allá de su dimensión artística, sino muchos más que querían llegar al mismo sitio por otra parte: a la reconstrucción de un “cristianismo primitivo” ideal. O, en la práctica, de un “mundo pasado” ideal. Es en el Reino Unido, entre esas generaciones futuras que Blake profetizó como en las que se encontrarían sus verdaderos lectores, se dieron muchos “creadores de sagas” que en la práctica tenían con él un mismo enfoque británico en el que se mezclan el romanticismo, la literatura y una suerte de cristianismo idealizado. Me refiero a Tolkien, a C.S. Lewis y a otros “compositores de mitos” que en la práctica hacen lo mismo que Blake: hacer de toda religión alegoría de su propia visión del cristianismo.



         Si se quiere tomar en serio su revelación, lo propio sería tomar la vida de Blake como modelo de vida ideal a seguir para encontrar asiento a ese “misticismo agnóstico”, esa religiosidad compatible con la productividad. En la práctica, es lo que ha sucedido y se ha configurado como modelo: cree en lo que quieras, pero fuera de horario de trabajo. Y “lo que quieras” es totalmente literal y mejor aún cuando es literario, cuando lo “real” se traslada a la “fantasía”. Su obra apela a esa religiosidad cristiana que no encuentra hogar en las iglesias organizadas, y habla a aquellos para los que su preocupación principal no está relacionada en absoluto con la religión sino con los cambios sociales. Pero lo hace desde una coordenada meta-cristiana, si se quiere; la de la certeza de que a Dios se lo puede “cosificar” de alguna manera, hacerlo objeto, materia de conocimiento, dibujarlo en un cuadro. Artistificarlo. Imaginarlo, que es decir, hacerlo imagen. Mediatizarlo. Es decir: negar la posibilidad de contacto directo.

          En honor a la verdad de todo ese “complejo mundo” con el que se asocia a Blake, no creo que haya en tiempos modernos un caso tan flagrante de “Misteriosidad sin misterio” en una obra “mística”. O al contrario; una puesta en práctica tan flagrante, un desarrollo tan metódico de lo que se entiende por mística, por especulación intelectual hacia lo divino, que implica de nuevo esa posibilidad de conocer lo divino y esa necesidad de hacerlo imagen, arte. Todo en Blake es obvio, está perfectamente explicado y en realidad para entender a Blake lo único que hay que hacer es leer al Blake, seguir la línea de puntos. Como un manual en verso de religión comparada y mitos propios en un momento en que todo el mundo se pone a hacer epopeyas “a la cristiana” ofrece una ventaja insuperable para, precisamente, los departamentos de religión y literatura comparada. Entre otras cosas porque ofrece un verdadero “caso modelo” de “cómo deberían ser las cosas”, de “cómo debería” producirse una “revelación” o hacer un libro sagrado; lírica divina. De una forma clara y obvia. De alguna manera hay un algo profundamente superficial en Blake que casi queda doblemente de manifiesto cuando es considerado uno de los mayores artistas que ha dado Gran Bretaña. Y uno de los verdaderos motores del romanticismo europeo, de una forma de sentir y de una forma de inventar.

          Decía Walter Kaufman, a propósito de Leo Baeck, que el Judaísmo era a las religiones el Clasicismo y el Cristianismo, el Romanticismo. Que el Sermón de la Montaña siempre será más entretenido que el Libro de los Proverbios. Sin duda nadie como William Blake ha llevado hasta tal límite la divinización de la imaginación y esa pasión por un pasado espiritual a la medida. Pero siempre de acuerdo a modelos. Nunca nadie que alabara tanto el poder ilimitado de la imaginación copió tanto de todas partes. Su última obra, fechada en 1826 ó 1827, antes de morir, es su propia versión del Lacoonte. El mito de Virgilio en el que se inventa un pasado mítico para Roma como Blake lo hace para Inglaterra. En ese amasijo de letras se dan cita, de un sólo golpe visual, todas las ideas que ha ido tomando aquí y allá, mezclando con el dibujo e intentando crear un "verdadero cristianismo".

         En sus ratos libres. Y en inglés.

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