domingo, 26 de octubre de 2008

Plauto: no se vayan todavía, que aún hay más.



“Plauto os pide un reducidísimo lugar dentro de vuestras magnas y magníficas murallas donde levantar Atenas sin arquitectos. Entonces ¿qué? ¿Me lo vais a dar o no?”

Plauto (254 – 184 aec)

Creo que si Plauto hubiera nacido hoy hubiera sido productor de cine o, quien sabe, constructor. Toda su obra parece la consecuencia de una leyenda según la cual, termino empujando la piedra de un molino para pagar las deudas de un mal negocio. Nació en los revueltos tiempos de la Segunda Guerra Púnica, esos días en que Roma empieza a ser Roma. Los que le añaden eficacia y codicia a los métodos griegos y se convirtieron en algo que Europa lleva queriendo reinventar desde hace 1700 años. La Roma que pasó sobre todas partes como un rodillo, que unificó territorios y envió al olvido a un buen número de lenguas. Y eso es lo curioso, que en estos años en que Roma se hace Roma no es el latín lo que se propaga: es el griego. Y eso ayuda a entender un poco mejor la dimensión más comercial de Plauto.


Como el latín hasta hace no tanto, que era una lengua para la escritura y la cultura, pero diferente a la que se hablaba en la calle, en la Roma de Plauto se escribe en griego. Pero en la calle se habla en latín., y Plauto le resultó lo más seguro para dejar de tirar de la rueda de un molino. Con la elección de las obras, también fue sobre seguro. Adaptó a Menandro, que funcionaba en Grecia, y modificó los personajes para hacerlos más “romanos”. Los diálogos son plásticos, vibrantes. Las comedias de enredo de todas las épocas de alguna manera, voluntaria o involuntariamente, giran alrededor de los temas de Plauto. En su día se le atribuyeron 130 obras, pero el severo Varrón las dejó en 21 “auténticas”. Y yo digo; suyas eran todas. Los que como él intentaban ir sobre seguro, decían que sus obras eran de Plauto, aunque no lo fueran, que es la muestra de un espíritu que se traduce en una actitud, un compromiso por dialogar con el público, con establecer un juego, un divertimento. Las comedias nunca han sido consideradas muy en serio, pero habría que preguntarse hasta que punto es serio aquel que no se toma las cosas lo suficientemente en serio como para reírse de ellas.
No deja de ser curioso que la combinación de las obras de Plauto, como modelo de tramas y argumentos, y Terencio, modelo para los personajes, compusieran el arsenal dramático de Shakespeare, Lope de Vega y unos cuantos más de los que ampliaron el arte de contar historias hasta el cine, el relato en imágenes en movimiento.

1 comentario:

leah dijo...

Buenisima informacion!

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