“Qual entre las espinas es la rosa/ tal entre las doncellas es mi amada”.
"Cantar de los Cantares". Versión de fray Luis en octava rima.
"Cantar de los Cantares". Versión de fray Luis en octava rima.
Fray Luis de León (1528 – 1591) se pasó cuatro años en la cárcel (1572-1576) acusado de criticar el texto de la traducción oficial de la Iglesia Católica de la Biblia al latín, la Vulgata de Jerónimo, preferir el original hebreo, y traducir algunos de sus libros al castellano. Acusaciones que de forma poco velada hacían pesar sobre él la sombra de “judaizante”. Las dos primeras acusaciones eran absolutamente ciertas, y nunca las negó. En cuanto a la tercera, el peso de los orígenes judíos de parte de la familia de su madre como motivo de su preferencia y dominio del hebreo, no sólo es insustancial, sino que perpetúa cuatro siglos la cortina de humo que los venerables padres dominicos utilizaron como pretexto para arrinconarlo y llevarlo hasta un tribunal que pensaban que era suyo: la Inquisición.
En realidad no había sólo tres acusaciones, sino 17, pero el corazón de todas se puede resumir en esos tres puntos. En lo de la Vulgata, fray Luis de León tenía toda la razón. La edición oficial de la Biblia, la Vulgata, era un desastre. Se llevó a cabo en el siglo IV y utilizó para el Antiguo Testamento una obra no-canónica, la traducción del hebreo al griego llamada de los Setenta que contiene una serie de libros que no son canónicos en el Judaísmo, así cómo una ordenación de los salmos que contiene un salmo más que la edición judía. El arte de las paredes y calles del primer Renacimiento están llenos de los efectos de esa traducción de traducción. En el Vaticano se puede contemplar la soberbia estatua de Moisés esculpida por Miguel Angel para el delirante e inacabado proyecto fúnebre del Papa Julio II. Moisés tiene cuernos porque en la Biblia oficial dice que los tenía. En las paredes de algunas iglesias y residencias españolas se pueden apreciar los intentos de corregir el desliz de Jerónimo; en los cuadros de Ribera, Moisés tiene cuernos, pero son de luz, lo que se acerca más al original hebreo. Lo mismo puede decirse del episodio de Jonás y la Ballena: en el libro de Jonás no hay escrita, por ninguna parte, la palabra “ballena”. La mala calidad de la traducción de Jerónimo fue uno de los argumentos a los que los Protestantes se aferraron en su defensa de la libre interpretación. Pero ya hacia muchos años que los católicos mismos creían necesaria una nueva versión de la Biblia, precisamente, por amor e interés al texto bíblico. Las primeras traducciones al castellano fueron iniciativas privadas de nobles. Para el Antiguo Testamento contrataban a los judíos, y a algún sabio y erudito para que tradujera del griego los libros apócrifos del canon judío y el Evangelio. Y, a veces, los Salmos, que prefieren traducirse del latín para respetar el canon católico. Son traducciones religiosas en la etimología de religión como re-ligar, unir lo que estaba separado. Llegar a un mejor canon católico por otro camino que no fuera el de la edición de Jerónimo. Como ediciones privadas no pretendían revelar otra cosa al mundo que la supremacía de su propietario. Además de tener mejor castillo, caballo y esposa, se había dado el placer y el lujo de tener su propia edición de la Biblia.
La lectura y traducción de la Biblia y sus textos de fray Luis de León sigue esa tradición de lograr una mejor versión de los textos originales, pero dentro de un canon católico. Y eso se aprecia fácilmente en su traducción de “El Cantar de los Cantares”, llevada a cabo en un castellano dulce, lleno de giros y cadencias rítmicas que sólo logra a base de introducir palabras y versos que no están en el original. En el juicio contra fray Luis se planteo delante del Tribunal una cuestión milenaria: ¿el Cantar de los Cantares es un poema erótico hasta lo grosero o espiritual hasta lo místico? ¿Con cual de los dos sentidos lo tradujo fray Luis?
Hay dos detalles que pueden servir para darle peso a la opción mundana, para quien así lo quiera ver. La traducción omite el primer verso, “El Cantar de los Cantares que es de Salomón” y la llevó a cabo para una novicia, Isabel Osorio. Pero me inclino por pensar que la suya fue la interpretación del místico. Me imagino a fray Luis en 1576, delante del tribunal, escuchando su absolución final. Los dominicos habían pretendido hacer pasar por teológico, un caso de filología. Por sórdido, lo que no lo era. Fray Luis tenía un brillante expediente y se había lanzado a la conquista de las cátedras de unas universidades, las españolas, que en ese momento eran las más potentes del mundo. El mundo bíblico de fray Luis no se forjó en el oscuro sótano de una secreta yeshivá de marranos, sino entre las paredes de Toledo y Salamanca. El hebreo de la Biblia lo aprendió con los hombres que habían llevado a cabo un intento de edición a partir de las fuentes originales, pero sin salirse del canon de la Iglesia: la Biblia Políglota Complutense. Porque es en Alcalá de Henares donde se llevan a cabo los primeros tipos de imprenta en caracteres hebreos y arameos en Occidente. Y se intenta, además, crear los mejores caracteres latinos del momento. Para su ejecución, Cisneros eligió a los que consideró que eran los mejores de su época en su área, algunos de ellos luego maestros de fray Luis. La Biblia Políglota es hoy sinónimo de libro raro en sí, y el valor de los 123 ejemplares que quedan puede ser millonario. Los primeros cuatro volúmenes contienen el Antiguo Testamento. Cada página está dividida en tres columnas paralelas de texto, de la misma forma en que se reprenda la crucifixión con los ladrones en los lados: en hebreo la exterior, la Vulgata latina en el medio y la Septuaginta griega en el interior. En cada página del Pentateuco, la Torah, se añade el texto arameo (Targum Onkelos) y su propia traducción al latín en la parte inferior de la página. El quinto volumen, el Nuevo Testamento, consiste en columnas paralelas en griego y la Vulgata en latín. El sexto volumen contiene diversos diccionarios de hebreo, arameo y griego y ayudas al estudio. Pero no sirvió. Para los Evangelios, se prefería la versión del griego de Erasmo, en cuanto al Antiguo, no se pensaba que había reparado los errores fundamentales de la Vulgata. Más que en una obra magna, se convirtió en otra lujosa edición de lujo de un noble eclesiástico, Cisneros, durante breves años regente de España. Y en cuanto a su elegante tipografía latina, tampoco se imitó. Se prefirieron los tipos de Manuncio; más claros, simples y prácticos. Y tras el Concilio de Trento, la Iglesia llevó a cabo una nueva edición oficial, con la Vulgata como centro.
En las declaraciones en el juicio contra fray Luis, se revelan las causas de toda aquella farsa y los motivos infantiles por los que quisieron llevarlo a la cárcel. Fray Luis estaba sacando de las cátedras, por sus propios méritos, a profesores mediocres, y de entre los más mediocres estaban los dominicos, y su pretensión de controlar la Inquisición, a cuya fundación estaban íntimamente ligados. Se puede acusar a fray Luis de soberbia, pero no de lujuria en su traducción del Cantar. En varias declaraciones de testigos, se expresa la alegría que le daba cuando era capaz de refutar el argumento de un contrario, o vencer en una disputa. Pero es la alegría inofensiva de quien gana al ajedrez, no la del palurdo que corre a denunciar a alguien a la Inquisición para quitárselo de en medio. Y lo peor de aquella acusación es que no sólo arruinó la salud y la vida de fray Luis, sino de también las de cuatro de sus compañeros y amigos hebraístas.
Fray Luis explica en varias ocasiones el asunto de Isabel Osorio, la destinataria del Cantar. Es una religiosa que no sabe latín, lo ha traducido al castellano para que pueda entenderlo, otra de esas traducciones privadas de lujo. Además de ser su prima, Isabel Osorio era miembro de una de las familias de más renombre en España. Alguien, al limpiar el cuarto de fray Luis, leyó el poema entre sus papeles y le pareció tan hermoso, que lo copio a mano. Y en esas copias manuscritas se difundió. En varias ocasiones a lo largo del juicio, fray Luis solicita del Tribunal que le devuelvan esos papeles, los del poema y los de su cuaderno en el que tiene sus propias anotaciones “mi lectura” privada de la Biblia de los Setenta y sus comentarios.
La traducción del “Cantar de los Cantares” es una fotografía en verso de un momento y una época. La traducción de fray Luis se vierte directamente del hebreo, pero la métrica es totalmente castellana. Fray Luis lleva a cabo un interesantísimo modelo de rima, a partir de los clásicos latinos, para encontrar un ritmo español. Eso hace que en su traducción, precisamente para lograr la rima, añada palabras o versos completos que no están en el original. Por ejemplo en el capítulo III, donde la traducción literal dice: “Morena soy yo y bella. ¡Oh hijas de Jerusalén! Cómo las tiendas de Keidar, como las cortinas de Salomón. No me miréis así porque soy morena. Es que el sol me ha tostado. Los hijos de mi madre se irritaron conmigo y me pusieron como guardiana de los viñedos. Más mi viñedo, el propio, no cuidé”, fray Luis compone:
Al añadir palabras no sólo lo hace en atención a la métrica, sino que incluye una explicación; el verso acompañado de un comentario. El "Morena soy yo y bella. ¡Oh hijas de Jerusalén“ se añade "Morena soy, mas bella en lo escondido,/ ó hijas de Sion, y muy hermosa". Un poco más adelante a "No me miréis así porque soy morena. Es que el sol me ha tostado” se añade “porque allí en lo interior no ha podido/ hacerme daño el sol, ni empecer cosa” y “que lo que dentro está, es cosa preciosa”. La traducción de fray Luis pone todo el tiempo en evidencia la lectura espiritual, la de la amada que tiene que interpretarse como el alma y, el amado, su creador. Además de las aclaraciones espirituales, su traducción suaviza los giros del original hebreo que más se pueden interpretar desde un prisma erótico. Para cercar lo más posible la ambigüedad, introdujo los nombres de los personajes, para dejar claro quién habla en cada momento. En su traducción, como en una indicación de teatro, el nombre del personaje precede a su intervención. El poema original transcurre en una penumbra en que no están claras las voces, quién habla en cada momento. ¿Eres tú? ¿Soy yo? ¿Quién observa a quien? El verso corre de forma continúa sin otras indicaciones que la finalización de cada pasuk, que es un verso lógico, sin rima alguna. Una unidad de sentido. En los libros de oraciones se le añade marcas para su canto y es un poema de una importancia fundamental en el ritual sefardí donde no se canta, ni se reza, sino que se "melda". La expresión ladina meldar significa al mismo tiempo leer y escribir, enseñar y aprender. La traducción de fray Luis enciende las luces, hace un intento por marcar cada personaje, determinar quién es quién y no dejar lugar para las dudas. De alguna manera fray Luis hace con su traducción del Cantar lo que los traductores griegos hicieron con el libro de Esther; incluir las explicaciones, con lo que de alguna manera lo invalidan. Los dos libros - el de Esther y el del Cantar - son dos de los libros de mayor carga simbólica y espiritual de toda la Biblia, y, sin embargo, en ninguno de los dos aparece mencionado Dios. En las traducciones, la griega para el de Esther, la castellana de fray Luis para el Cantar, intentan corregir lo que les parece un defecto del original hebreo. La falta de palabras, la incoherencia entre tiempos verbales y personas. Ignorando, tal vez, que la diferencia entre un efecto y un defecto es la intención. Si no se conoce la intención, sólo aparece el defecto. En el Talmud se puede leer que el que canta “El Cantar de los Cantares” como quien canta en una taberna, lo convierte “en un violín en manos de payasos”. No fue el caso de fray Luis, pero su aproximación espiritual no es judía, es la de un católico que da valor a otros aspectos, a otros códigos y lleva a cabo un poema nuevo. Tal vez por eso omitiera el primer verso, "Cantar de los Cantares que es del Rey Salomón", porque no era ese, era otro. Era el de "mi lectura", el suyo propio, pero que nunca pensó publicar en ninguna parte, ni hacerlo pasar por litúrgico.
Y precisamente con un comentario al “Cantar de los Cantares” se inicia “El Zohar”, el texto más importante de la Kabalah judía, en cuyo seno se origina el Cantar y en cuyo seno se ha dado una continuidad en el modo de leerlo. Fray Luis es contemporáneo de los últimos “rishonim”, de la tradición que se inicia con Maimónides y Najmánides (entre otros) y se cierra con Yosef Caro y la edición del “Shuljan Aruj”, donde la halajá del Talmud, condensada, se complemente con esa espiritualidad que en esos años se desarrolla en Safed y que, a partir del modelo y las ideas de una forma de leer el Cantar, crea canciones e himnos de una belleza simple. Eshet Jai o Lejá Dodi con como continucaciones, entremeses del Cantar de los Cantares. Comparten personajes, la novia, la mujer, el esposo, el amado. El mundo cristiano llamó “neoplatonismo” a su propia versión de la Kabalah, de la que fray Luis participa. Y se llamaron neo-platónicos con toda propiedad. Su lectura de las fuentes hebreas y del Zohar, escrito en arameo, les llevó a la convicción de que aquellos textos confirmaban y reafirmaban sus propias convicciones sobre la naturaleza del cristianismo y que en los filósofos greco-latinos tenían las mejores herramientas intelectuales para expresarlo. Se asomaron a la Kabalah como se habían asomado a la Biblia, totalmente convencidos de estar ante un texto defectuoso y sin las herramientas intelectuales adecuadas para leerlo (la filosofía clásica). La mayoría de los “neoplatonistas” cristianos fueron católicos sinceros que no encontraron otra resistencia a sus ideas que las de la sospecha e incomprensión de los suyos. En el arte quedan rastros de aquellas ideas, como en la arquitectura de Juan de Herrera. La de los neoplatonistas es también una tarea religiosa, pero desde la comprensión de religión como re-legere. Re-leer para llevar a cabo nuevas asociaciones, pero desde un mismo principio, el catolicismo. El reflejo final de aquel momento es de unas ideas complicadas y oscuras, sin verdadera utilidad práctica, como expresa Cervantes a propósito de León el Hebreo. El Neoplatonismo, que tiene en su seno esa extraña Cabalá Cristiana que empezó a leer las epístolas de Pablo, en griego, desde el mismo lugar desde que el Zohar lee el libro de Job. Los neoplatónicos proponían una tarea moderna, con sentido educativo y la mejor de las intenciones: la armonía universal. Su planteamiento es que existen arquetipos, modelos, y los mitos a los que aluden los griegos y los de la Biblia son en realidad lo mismo, reflejo de una realidad común que es invisible a los ojos, pero que materializamos por todas partes. Ofrecieron una mirada más profunda sobre su propia tradición. La judía era sólo uno de los sitios donde mirar, no la fuente. Sin embargo, en la tradición judía, pervive hasta nuestros días porque es parte de una percepción de la realidad y sigue evocando, en forma de símbolos, actos que los confirman, una continuidad en una forma de vida.
En “El Cantar” de fray Luis hay un resumen condensado de toda su obra. Es, sobre todo, un poeta. Y al fijarse en los modos y las formas hebreas, lo hace cómo cuando bucea en la métrica latina, para encontrar su propia voz. Esa “mi lectura” con la que insiste ante el Tribunal que, finalmente, no tenía más remedio que absolverlo.
En realidad no había sólo tres acusaciones, sino 17, pero el corazón de todas se puede resumir en esos tres puntos. En lo de la Vulgata, fray Luis de León tenía toda la razón. La edición oficial de la Biblia, la Vulgata, era un desastre. Se llevó a cabo en el siglo IV y utilizó para el Antiguo Testamento una obra no-canónica, la traducción del hebreo al griego llamada de los Setenta que contiene una serie de libros que no son canónicos en el Judaísmo, así cómo una ordenación de los salmos que contiene un salmo más que la edición judía. El arte de las paredes y calles del primer Renacimiento están llenos de los efectos de esa traducción de traducción. En el Vaticano se puede contemplar la soberbia estatua de Moisés esculpida por Miguel Angel para el delirante e inacabado proyecto fúnebre del Papa Julio II. Moisés tiene cuernos porque en la Biblia oficial dice que los tenía. En las paredes de algunas iglesias y residencias españolas se pueden apreciar los intentos de corregir el desliz de Jerónimo; en los cuadros de Ribera, Moisés tiene cuernos, pero son de luz, lo que se acerca más al original hebreo. Lo mismo puede decirse del episodio de Jonás y la Ballena: en el libro de Jonás no hay escrita, por ninguna parte, la palabra “ballena”. La mala calidad de la traducción de Jerónimo fue uno de los argumentos a los que los Protestantes se aferraron en su defensa de la libre interpretación. Pero ya hacia muchos años que los católicos mismos creían necesaria una nueva versión de la Biblia, precisamente, por amor e interés al texto bíblico. Las primeras traducciones al castellano fueron iniciativas privadas de nobles. Para el Antiguo Testamento contrataban a los judíos, y a algún sabio y erudito para que tradujera del griego los libros apócrifos del canon judío y el Evangelio. Y, a veces, los Salmos, que prefieren traducirse del latín para respetar el canon católico. Son traducciones religiosas en la etimología de religión como re-ligar, unir lo que estaba separado. Llegar a un mejor canon católico por otro camino que no fuera el de la edición de Jerónimo. Como ediciones privadas no pretendían revelar otra cosa al mundo que la supremacía de su propietario. Además de tener mejor castillo, caballo y esposa, se había dado el placer y el lujo de tener su propia edición de la Biblia.
La lectura y traducción de la Biblia y sus textos de fray Luis de León sigue esa tradición de lograr una mejor versión de los textos originales, pero dentro de un canon católico. Y eso se aprecia fácilmente en su traducción de “El Cantar de los Cantares”, llevada a cabo en un castellano dulce, lleno de giros y cadencias rítmicas que sólo logra a base de introducir palabras y versos que no están en el original. En el juicio contra fray Luis se planteo delante del Tribunal una cuestión milenaria: ¿el Cantar de los Cantares es un poema erótico hasta lo grosero o espiritual hasta lo místico? ¿Con cual de los dos sentidos lo tradujo fray Luis?
Hay dos detalles que pueden servir para darle peso a la opción mundana, para quien así lo quiera ver. La traducción omite el primer verso, “El Cantar de los Cantares que es de Salomón” y la llevó a cabo para una novicia, Isabel Osorio. Pero me inclino por pensar que la suya fue la interpretación del místico. Me imagino a fray Luis en 1576, delante del tribunal, escuchando su absolución final. Los dominicos habían pretendido hacer pasar por teológico, un caso de filología. Por sórdido, lo que no lo era. Fray Luis tenía un brillante expediente y se había lanzado a la conquista de las cátedras de unas universidades, las españolas, que en ese momento eran las más potentes del mundo. El mundo bíblico de fray Luis no se forjó en el oscuro sótano de una secreta yeshivá de marranos, sino entre las paredes de Toledo y Salamanca. El hebreo de la Biblia lo aprendió con los hombres que habían llevado a cabo un intento de edición a partir de las fuentes originales, pero sin salirse del canon de la Iglesia: la Biblia Políglota Complutense. Porque es en Alcalá de Henares donde se llevan a cabo los primeros tipos de imprenta en caracteres hebreos y arameos en Occidente. Y se intenta, además, crear los mejores caracteres latinos del momento. Para su ejecución, Cisneros eligió a los que consideró que eran los mejores de su época en su área, algunos de ellos luego maestros de fray Luis. La Biblia Políglota es hoy sinónimo de libro raro en sí, y el valor de los 123 ejemplares que quedan puede ser millonario. Los primeros cuatro volúmenes contienen el Antiguo Testamento. Cada página está dividida en tres columnas paralelas de texto, de la misma forma en que se reprenda la crucifixión con los ladrones en los lados: en hebreo la exterior, la Vulgata latina en el medio y la Septuaginta griega en el interior. En cada página del Pentateuco, la Torah, se añade el texto arameo (Targum Onkelos) y su propia traducción al latín en la parte inferior de la página. El quinto volumen, el Nuevo Testamento, consiste en columnas paralelas en griego y la Vulgata en latín. El sexto volumen contiene diversos diccionarios de hebreo, arameo y griego y ayudas al estudio. Pero no sirvió. Para los Evangelios, se prefería la versión del griego de Erasmo, en cuanto al Antiguo, no se pensaba que había reparado los errores fundamentales de la Vulgata. Más que en una obra magna, se convirtió en otra lujosa edición de lujo de un noble eclesiástico, Cisneros, durante breves años regente de España. Y en cuanto a su elegante tipografía latina, tampoco se imitó. Se prefirieron los tipos de Manuncio; más claros, simples y prácticos. Y tras el Concilio de Trento, la Iglesia llevó a cabo una nueva edición oficial, con la Vulgata como centro.
En las declaraciones en el juicio contra fray Luis, se revelan las causas de toda aquella farsa y los motivos infantiles por los que quisieron llevarlo a la cárcel. Fray Luis estaba sacando de las cátedras, por sus propios méritos, a profesores mediocres, y de entre los más mediocres estaban los dominicos, y su pretensión de controlar la Inquisición, a cuya fundación estaban íntimamente ligados. Se puede acusar a fray Luis de soberbia, pero no de lujuria en su traducción del Cantar. En varias declaraciones de testigos, se expresa la alegría que le daba cuando era capaz de refutar el argumento de un contrario, o vencer en una disputa. Pero es la alegría inofensiva de quien gana al ajedrez, no la del palurdo que corre a denunciar a alguien a la Inquisición para quitárselo de en medio. Y lo peor de aquella acusación es que no sólo arruinó la salud y la vida de fray Luis, sino de también las de cuatro de sus compañeros y amigos hebraístas.
Fray Luis explica en varias ocasiones el asunto de Isabel Osorio, la destinataria del Cantar. Es una religiosa que no sabe latín, lo ha traducido al castellano para que pueda entenderlo, otra de esas traducciones privadas de lujo. Además de ser su prima, Isabel Osorio era miembro de una de las familias de más renombre en España. Alguien, al limpiar el cuarto de fray Luis, leyó el poema entre sus papeles y le pareció tan hermoso, que lo copio a mano. Y en esas copias manuscritas se difundió. En varias ocasiones a lo largo del juicio, fray Luis solicita del Tribunal que le devuelvan esos papeles, los del poema y los de su cuaderno en el que tiene sus propias anotaciones “mi lectura” privada de la Biblia de los Setenta y sus comentarios.
La traducción del “Cantar de los Cantares” es una fotografía en verso de un momento y una época. La traducción de fray Luis se vierte directamente del hebreo, pero la métrica es totalmente castellana. Fray Luis lleva a cabo un interesantísimo modelo de rima, a partir de los clásicos latinos, para encontrar un ritmo español. Eso hace que en su traducción, precisamente para lograr la rima, añada palabras o versos completos que no están en el original. Por ejemplo en el capítulo III, donde la traducción literal dice: “Morena soy yo y bella. ¡Oh hijas de Jerusalén! Cómo las tiendas de Keidar, como las cortinas de Salomón. No me miréis así porque soy morena. Es que el sol me ha tostado. Los hijos de mi madre se irritaron conmigo y me pusieron como guardiana de los viñedos. Más mi viñedo, el propio, no cuidé”, fray Luis compone:
Morena soy, mas bella en lo escondido,
ó hijas de Sion, y muy hermosa:
porque allí en lo interior no ha podido
hacerme daño el sol, ni empecer cosa:
á tiendas de Cedar he parescido:
que lo que dentro está, es cosa preciosa,
velo de Salomón, que dentro encierra
la hermosura, y belleza de la tierra.
Mi color natural bien blanco ha sido:
que aquesta tez morena me causára
el sol, que andando al campo me ha herido:
fuerza de mis hermanos me forzára,
de aquellos, que la mi madre ha parido,
que unas viñas suyas yo guardára:
guardé sus viñas con mucho cuidado,
y la mi propria viña no he guardado.
ó hijas de Sion, y muy hermosa:
porque allí en lo interior no ha podido
hacerme daño el sol, ni empecer cosa:
á tiendas de Cedar he parescido:
que lo que dentro está, es cosa preciosa,
velo de Salomón, que dentro encierra
la hermosura, y belleza de la tierra.
Mi color natural bien blanco ha sido:
que aquesta tez morena me causára
el sol, que andando al campo me ha herido:
fuerza de mis hermanos me forzára,
de aquellos, que la mi madre ha parido,
que unas viñas suyas yo guardára:
guardé sus viñas con mucho cuidado,
y la mi propria viña no he guardado.
Al añadir palabras no sólo lo hace en atención a la métrica, sino que incluye una explicación; el verso acompañado de un comentario. El "Morena soy yo y bella. ¡Oh hijas de Jerusalén“ se añade "Morena soy, mas bella en lo escondido,/ ó hijas de Sion, y muy hermosa". Un poco más adelante a "No me miréis así porque soy morena. Es que el sol me ha tostado” se añade “porque allí en lo interior no ha podido/ hacerme daño el sol, ni empecer cosa” y “que lo que dentro está, es cosa preciosa”. La traducción de fray Luis pone todo el tiempo en evidencia la lectura espiritual, la de la amada que tiene que interpretarse como el alma y, el amado, su creador. Además de las aclaraciones espirituales, su traducción suaviza los giros del original hebreo que más se pueden interpretar desde un prisma erótico. Para cercar lo más posible la ambigüedad, introdujo los nombres de los personajes, para dejar claro quién habla en cada momento. En su traducción, como en una indicación de teatro, el nombre del personaje precede a su intervención. El poema original transcurre en una penumbra en que no están claras las voces, quién habla en cada momento. ¿Eres tú? ¿Soy yo? ¿Quién observa a quien? El verso corre de forma continúa sin otras indicaciones que la finalización de cada pasuk, que es un verso lógico, sin rima alguna. Una unidad de sentido. En los libros de oraciones se le añade marcas para su canto y es un poema de una importancia fundamental en el ritual sefardí donde no se canta, ni se reza, sino que se "melda". La expresión ladina meldar significa al mismo tiempo leer y escribir, enseñar y aprender. La traducción de fray Luis enciende las luces, hace un intento por marcar cada personaje, determinar quién es quién y no dejar lugar para las dudas. De alguna manera fray Luis hace con su traducción del Cantar lo que los traductores griegos hicieron con el libro de Esther; incluir las explicaciones, con lo que de alguna manera lo invalidan. Los dos libros - el de Esther y el del Cantar - son dos de los libros de mayor carga simbólica y espiritual de toda la Biblia, y, sin embargo, en ninguno de los dos aparece mencionado Dios. En las traducciones, la griega para el de Esther, la castellana de fray Luis para el Cantar, intentan corregir lo que les parece un defecto del original hebreo. La falta de palabras, la incoherencia entre tiempos verbales y personas. Ignorando, tal vez, que la diferencia entre un efecto y un defecto es la intención. Si no se conoce la intención, sólo aparece el defecto. En el Talmud se puede leer que el que canta “El Cantar de los Cantares” como quien canta en una taberna, lo convierte “en un violín en manos de payasos”. No fue el caso de fray Luis, pero su aproximación espiritual no es judía, es la de un católico que da valor a otros aspectos, a otros códigos y lleva a cabo un poema nuevo. Tal vez por eso omitiera el primer verso, "Cantar de los Cantares que es del Rey Salomón", porque no era ese, era otro. Era el de "mi lectura", el suyo propio, pero que nunca pensó publicar en ninguna parte, ni hacerlo pasar por litúrgico.
Y precisamente con un comentario al “Cantar de los Cantares” se inicia “El Zohar”, el texto más importante de la Kabalah judía, en cuyo seno se origina el Cantar y en cuyo seno se ha dado una continuidad en el modo de leerlo. Fray Luis es contemporáneo de los últimos “rishonim”, de la tradición que se inicia con Maimónides y Najmánides (entre otros) y se cierra con Yosef Caro y la edición del “Shuljan Aruj”, donde la halajá del Talmud, condensada, se complemente con esa espiritualidad que en esos años se desarrolla en Safed y que, a partir del modelo y las ideas de una forma de leer el Cantar, crea canciones e himnos de una belleza simple. Eshet Jai o Lejá Dodi con como continucaciones, entremeses del Cantar de los Cantares. Comparten personajes, la novia, la mujer, el esposo, el amado. El mundo cristiano llamó “neoplatonismo” a su propia versión de la Kabalah, de la que fray Luis participa. Y se llamaron neo-platónicos con toda propiedad. Su lectura de las fuentes hebreas y del Zohar, escrito en arameo, les llevó a la convicción de que aquellos textos confirmaban y reafirmaban sus propias convicciones sobre la naturaleza del cristianismo y que en los filósofos greco-latinos tenían las mejores herramientas intelectuales para expresarlo. Se asomaron a la Kabalah como se habían asomado a la Biblia, totalmente convencidos de estar ante un texto defectuoso y sin las herramientas intelectuales adecuadas para leerlo (la filosofía clásica). La mayoría de los “neoplatonistas” cristianos fueron católicos sinceros que no encontraron otra resistencia a sus ideas que las de la sospecha e incomprensión de los suyos. En el arte quedan rastros de aquellas ideas, como en la arquitectura de Juan de Herrera. La de los neoplatonistas es también una tarea religiosa, pero desde la comprensión de religión como re-legere. Re-leer para llevar a cabo nuevas asociaciones, pero desde un mismo principio, el catolicismo. El reflejo final de aquel momento es de unas ideas complicadas y oscuras, sin verdadera utilidad práctica, como expresa Cervantes a propósito de León el Hebreo. El Neoplatonismo, que tiene en su seno esa extraña Cabalá Cristiana que empezó a leer las epístolas de Pablo, en griego, desde el mismo lugar desde que el Zohar lee el libro de Job. Los neoplatónicos proponían una tarea moderna, con sentido educativo y la mejor de las intenciones: la armonía universal. Su planteamiento es que existen arquetipos, modelos, y los mitos a los que aluden los griegos y los de la Biblia son en realidad lo mismo, reflejo de una realidad común que es invisible a los ojos, pero que materializamos por todas partes. Ofrecieron una mirada más profunda sobre su propia tradición. La judía era sólo uno de los sitios donde mirar, no la fuente. Sin embargo, en la tradición judía, pervive hasta nuestros días porque es parte de una percepción de la realidad y sigue evocando, en forma de símbolos, actos que los confirman, una continuidad en una forma de vida.
En “El Cantar” de fray Luis hay un resumen condensado de toda su obra. Es, sobre todo, un poeta. Y al fijarse en los modos y las formas hebreas, lo hace cómo cuando bucea en la métrica latina, para encontrar su propia voz. Esa “mi lectura” con la que insiste ante el Tribunal que, finalmente, no tenía más remedio que absolverlo.
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