jueves, 23 de octubre de 2008

Jenofonte: el otro chico de Sócrates.



“Jenofonte, sin embargo, después de haber leído su carta, consultó con Sócrates de Atenas (su maestro) sobre el viaje. Y Sócrates, pensando que no fuera expuesto a la censura de sus conciudadanos si llegaba a ser amigo de Ciro, porque parecía que Ciro había ayudado con entusiasmo a los lacedemonios en la guerra contra Atenas, aconsejó a Jenofonte que fuera a Delfos a consultar al dios acerca del viaje”.
Jenofonte, “Anábasis” (-401)


Sócrates tuvo muchos discípulos. Jenofonte (431-354 a.e.c) era ligeramente mayor que Platón y murió diez años después. Es muy conocido el diálogo “El Banquete” de Platón. Jenofonte escribió otro “Banquete” que es casi idéntico, salvo por un detalle: Platón reivindica el amor entre hombres, y Jenofonte hace una defensa a ultranza del amor con las mujeres. Pero los dos tenían en común esa admiración por la “mano dura” y el rigor militar que llevó a Platón a ser consejero de un tirano, Dionisio I de Siracusa. Sus “enseñanzas” están recogidas en un libro que es uno de esos ladrillos del edificio de ideas de Occidente: “La República”. Un manual perfecto para una dictadura militar. En otras palabras, el bando de los pensadores fundacionales de Occidente era bastante fachilla. Se suele decir en estos casos que aplicarles una analogía política es un anacronismo, juzgar el pasado con los ojos del presente. Pero es que de todo el mundo antiguo eran, precisamente, los griegos los únicos que tenían democracia y el bando de los pensadores se opuso en masa a ella. 



Jenofonte era militar, experto en caballería (le ha dejado a la posteridad los primeros libros sobre el arte ecuestre que conservamos). Participó en las guerras contra los persas, las Guerras del Peloponeso, como jinete, y continuó la historia de aquella guerra donde la dejó Tucídides. Su obra más famosa es un relato de un episodio fascinante, la “Anábasis”, o la “Expedición de los diez mil”. En el año - 401, se produjo una guerra civil en Persia. Ciro el Joven intentó destronar a Artajerjes II, con la ayuda de sus tropas y el auxilio de 10.000 mercenarios griegos. Pero las cosas salieron mal, Ciro murió en batalla, su ejército se dispersó en bandada y los griegos quedaron abandonados a su suerte. Cuando los líderes griegos intentaron negociar con los persas una salida, fueron decapitados. Así que los mercenarios eligieron nuevos líderes, entre los que estaba Jenofonte y en un intento desesperado por llegar a casa, remontaron el río Tigris y atravesaron Armenia por una ruta de casi cuatro mil kilómetros de territorio enemigo, hasta llegar a una colonia griega en el sur del Mar Negro, en la actual Turquia. “La Anábasis” es el relato en tercera persona de aquel viaje alucinante. Es emocionante, ameno y, a veces, hasta emotivo.
Fiel a sus inclinaciones anti-democráticas y su pasión por la autoridad, Jenofonte terminó pasándose al enemigo y se fue a vivir a la militarizada Esparta con toda su familia. Allí recibió el honor más alto que los espartanos concedían a un extranjero, la “proxenía”y tierras donde vivir. La “Anábasis” sigue siendo hoy uno de los libros griegos más leídos y resulta una lectura muy amena e ilustra, hasta que punto, hay poco nuevo bajo este sol.

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