lunes, 20 de octubre de 2008

Chuck Palahniuk: Proyecto Guts


“Inspira.
Coge todo el aire que puedas.
Esta historia debería durar tanto como puedas contener la respiración, y entonces aún un poco más. Así que escucha todo lo rápido que puedas”.
“Haunted” (2005)

Lo llamaremos, “El Proyecto Guts”, y creo que puede ser una buena gamberrada o, al menos, una merecida venganza del lector. Chuck Palahniuk (1962) se hizo famoso con su primera novela “El Club de la Lucha” (1996). En realidad fue la película la que relanzó un libro que había logrado muy buenas críticas y muy pocos lectores en el momento de su primera edición. Pero tanto el libro, como la película (y el escritor), se han convertido en objetos de culto para una generación de ácratas de sofá de Ikea, Wi-fi y e-mail en cadena; y sus hijos. De hecho, la web oficial de Palanhiuk es la más visitada de un escritor en la red, y ha creado una comunidad a la que llaman “El Culto” que, técnicamente, es también el mayor taller literario del ciberespacio. El chico, se quiere.

En aquella primera novela, ese extraño líder llamado Tyler Durden propone a su legión de fanáticos llevar a cabo el Proyecto Mayhem, que en la película llega a ejecutarse, y en la novela, no. Se trata de volar todas las centrales bancarias, con mucho cuidado de no matar a nadie, pero de no dejar una sola transacción electrónica bancaria en el aire. Apagar el sistema financiero mundial. El Apocalipsis. El “Proyecto Guts” no es para tanto; como mucho podemos llegar a provocar algunos trastornos gástricos al lector del relato, “Guts”, del libro “Haunted” (2005). Y no hay que romper nada, sólo enviarlo por e-mail a cualquiera de los inevitables teóricos de lo audiovisual, de los del vale más una imagen que mil palabras. Para todos ellos, “Guts” (Traducido como “Tripas” en la edición española), va a ser una lectura que no van a olvidar. Tiene más de mil palabras, pero me encantaría ver si alguien es capaz de producir el mismo conjunto de sensaciones con una imagen.
El cuento es en realidad un espejo del mismo Palahniuk. Rezuma esa imagen de “tipo duro, listo y malo” que proyecta de sí mismo. Utiliza como pretexto una técnica de masturbación que termina de una forma totalmente inesperada. Y todas sus historias repletas de enfermos sexuales, trastornados y toda suerte de personajes extraordinarios envueltos en situaciones aún más extraordinarias, son como una evidencia de lo que Palahniuk cuenta con un suspiro; que su vida ha sido muy dura. Como una reedición de Yukio Mishima, aparece en las fotografías sin camiseta, o en camiseta sin mangas, luciendo un cuerpo de culturista, explotando el Tyler Durden que hay en él. Inspirando a los demás que él es un duro de verdad, que sus músculos no se formaron en un gimnasio o bajo la atenta mirada de un entrenador personal, sino en las duras trastiendas y los oscuros locales de pelea sin reglas de “El Club de la Lucha”.
Pero hay más librerías que trastiendas. Más talleres literarios que antros. En ese relato, pese a lo obsceno del tema, lo peregrino del argumento y lo inverosímil del desarrollo, hay una técnica exquisita, pero sobre todo eso, técnica. Lo escribió en 1991, cuando acudía a un taller literario. Su intención era crear “horror alrededor de cosas muy ordinarias: zanahorias, velas, piscinas”. Y lo estructuró en tres actos. Todo muy ortodoxo, pese a lo aparentemente transgresor del lenguaje, y lo virtuoso del estilo. Es un ejercicio, de los más brillantes que he tenido la oportunidad de leer en un autor contemporáneo. Se le acusa de efectista, y la verdad es que lo es. Pero lo consigue.
No se si es parte del aura que le han dado sus fans, o parte de una broma literaria, pero al final del libro compuesto por 23 relatos, hay un epílogo titulado “El Efecto Guts”. Según ese epílogo, en la lectura pública del relato, hay gente que se desmaya. “En total, setenta y tres personas se han desmayado mientras leía “Guts”. En Internet, he escuchado historias de gente haciendo perder el conocimiento a sus compañeros leyéndolo en voz alta. Así que el número sigue en aumento”.
Yo no me desmayé cuando lo leí por primera vez, pero me hizo sentir partes de mi cuerpo que hacía mucho tiempo que no tenía conciencia de que estuvieran ahí. No conozco a nadie que lo haya leído y le haya dejado indiferente. No es muy agradable. Y aún así me he encontrado con algunas personas a las que les ha parecido muy divertido (en realidad, un minoría). Así que, si tienes ganas, tiempo y humor, consigue una copia del cuento que puedas enviar por correo electrónico y elige un destinatario. No olvides avisarle de que sería mejor que no lo leyera, que hay gente que se ha desmayado. Yo si fuera tú, tampoco lo leería. Me limitaría a enviarlo.
“Ahora respira, profundamente.
Porque yo todavía no puedo”.

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